Leonel Valceda habló con El Bonaerense sobre su pasión por las bolitas: "Fue lo mejor de mi niñez porque me ayudaba en los días malos".

Seguramente, el juego con las bolitas fue uno de los mejores entretenimientos de las personas nacidas en el siglo pasado. No solo por la concentración que amerita el tiro de cada pelotita, sino por la diversidad de juegos que se podían realizar con ellas.

En el municipio bonaerense de José C. Paz hay un coleccionista amante de las bolitas. Se trata de Leonel Valceda, quien dialogó con El Bonaerense y contó: "Lo máximo que llegué a coleccionar fueron dos mil bolitas".

Si bien tiene tan solo 18 años, Leonel comentó que su pasión por las bolitas fue heredada por sus primos mayores, quienes se deleitaban todas tardes jugando con ellas. Valceda, desde muy pequeño, observaba como jugaban sus parientes, hasta que se hizo grande y comenzó a participar en los mismos.

"Esta pasión nació por mi primo. Siempre que iba a la casa lo veía jugando con los amigos. De chico jugaba bastante con mis primos, mis amigos y hasta con desconocidos de otro curso en la escuela", confesó el residente del barrio Parque Jardín.

A medida que crecen, las personas pasan por diferentes procesos, buenos y malos, por lo que las distracciones sanas son vitales para ayudar a superar todo tipo de malestar emocional. He aquí la importancia de las bolitas para Leonel.

"Fue lo mejor de mi infancia porque era lo que mas me entretenía, me ayudaba mucho en mis días malos", confesó Valceda y agregó: "Por un largo tiempo, jugar con las bolitas, durante todo el día, era lo que más me gustaba hacer".

Lo particular para Leonel sobre las bolitas radica además en las formas. "Lo que mas me gustaba de las bolitas eran sus diseños y tener algunas muy pocas vistas. Las más "originales" las tenía guardadas y no jugaba con ellas. Las preservaba", contó el joven de zona norte.

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Sin embargo, entre tanta competencia, el mensaje de Leonel es el más conmovedor, el de un competidor sano, que aflora los mejores valores del juego. Según su punto de vista, las bolitas "representan amistad y diversión".

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Los años pasaron y Leonel decidió continuar su camino alejado de las bolitas, que tanta alegría le dio. El joven decidió que era mejor venderlas o donarlas para que otros niños jugara con ellas y experimentaran el placer de divertirse.

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"Las puse a la venta porque necesitaba la plata. Sólo vendí 420 y al resto las regalé", sentenció Leonel, con la consciencia tranquila de que hizo lo mejor.