03/11/2023
Ya sea con entradas o sin, miles de simpatizantes del equipo de la Ribera coparon las calles de la popular ciudad brasileña para alentar al equipo de Jorge Almirón en la búsqueda de la séptima. El Bonaerense dialogó con uno de ellos.
por
Alejo Porjolovsky
Con la ilusión de ver a su equipo levantar la séptima Copa Libertadores de su historia y romper el maleficio que los atormenta desde la última conquista -en 2007-, miles de hinchas de Boca partieron rumbo a Río de Janeiro.
El destino quiso que el Xeneize enfrente en la definición del certamen continental a Fluminense, un club carioca que tuvo la fortuna de ser local en el mítico Estadio Maracaná.
En el transcurso de esta semana hubo una auténtica invasión de simpatizantes del club azul y oro en la ciudad brasileña. Ya sea en avión, en auto, en colectivo, con entrada o sin ella, ninguno de los hinchas quiere perderse el trascendental choque en el que se dirimirá quién se queda con el cetro de campeón de Sudamérica.
Uno de los bosteros que cruzó la frontera para ver al club de sus amores en territorio carioca es Federico Maldonado, un vecino de la localidad de Adrogué, en el partido de Almirante Brown, que dejó todo, armó el bolso y aterrizó en la ciudad costera conocida por sus majestuosas playas.
"Yo viajé en un vuelo que llegó a San Pablo. Estaba lleno de hinchas de Boca, había muchísima gente", le cuenta el joven a El Bonaerense desde la zona conocida como Barra da Tijuca.
Tal como cuenta, muchos simpatizantes xeneizes optaron por ir hasta esa ciudad y moverse desde allí a Río. Otros, en tanto, cruzaron por Foz de Iguazú, o fueron directo al epicentro de la final.
El browniense, por su parte, hizo el trayecto entre ambas urbes en colectivo, junto a tantos otros argentinos ilusionados con levantar la copa en el Maracaná.
Al llegar, Maldonado no estuvo mucho tiempo por Copacabana, donde ocurrieron los desmanes provocados por los hinchas locales y la represión de la Policía contra el público azul y oro que viajó a ver a su equipo.
Sin embargo, sostiene que desde su llegada vio un mar de camisetas de la escuadra brasileña que intentará obtener la Copa Libertadores por primera vez.
"Vi muchísima gente con camiseta de Fluminense y pocas de Boca, pero eso fue más que nada por los quilombos que hubo", relata.
El joven bonaerense sostiene que la situación pareciera haberse calmado y, por el momento, no le tocó vivir ningún disturbio en las playas.
No obstante, él se instaló en una zona ligeramente distante de Copacabana, donde proliferan los condominios familiares.
"Acá donde estoy yo está mucho más tranquilo", cuenta.
Sin embargo, a medida que se va acercando la hora del arranque de la final entre Fluminense y Boca, la ansiedad va ganando lugar por parte de una hinchada azul y oro que invadió Río de Janeiro durante toda la semana previa al duelo.
"Salí de Ezeiza y había un montón de hinchas de Boca embarcando para venir acá. Es una locura", cierra, antes de continuar en la larga espera al inicio del encuentro. Una vez que el árbitro Wilmar Roldán dé el pitazo inicial, la historia será otra.
Dicen que el Maracaná en muy pocas ocasiones quedó en silencio: con el gol de Alcides Gigghia que consumó la coronación de Uruguay en el Mundial 1950, la visita del Papa Juan Pablo II y el recital de Frank Sinatra. De la mano de Cavani, Barco y compañía, Boca buscará sumarse a esa lista.
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