Su fundadora, Gisela Polanica, habló con El Bonaerense y le contó todos los detalles.

Las necesidades de la gente en todo el conurbano y el país siguen presentes. Falta de comida, de trabajo, de ropa y de techo, entre otras cosas. Por esta razón, Gisela Polanica, vecina de Villa Ballester, abrió su propio comedor junto a su marido. Ella, fundadora de Pagimano, habló con El Bonaerense y le contó los detalles.

LEER MÁS: El recuerdo de los intendentes de Zona Norte por el 48º aniversario de la muerte de Perón

Gisela arrancó con una amiga que tenía un comedor en Boulogne. Viendo la demanda que había en el lugar, decidieron abrir uno en Villa Ballester. “Arrancamos en septiembre de 2020 con 30 personas y hoy son 130 personas que necesitan que les demos de comer. Y llegan a venir hasta 200”, contó.

Desde Pagimano dan tres veces por semana almuerzo y merienda mientras que todos los días dan la merienda. “Queremos mostrarnos, además de para recibir ayuda, también para que cualquier persona de Villa Ballester sepa que estamos acá para lo que necesiten”, expresó.

La ayuda recibida, lo más importante:

Gracias a la colaboración de su familia, sus amigos y los vecinos, logran juntar lo necesario para que nadie se quede sin comer. “Cuando ya no tenemos más recursos, pedimos a más familiares y por las redes. Tenemos amigos que nos depositan por mes un dinero”, expresó.

LEER MÁS: En Campana no quieren que los vecinos corten árboles pero tampoco los podan ellos

“Además nos donaron una olla gigante y un horno industrial que nos hizo muy bien con todo lo que crecimos”, reveló.

Ayuda en todo sentido

“También ayudamos a los chicos en la escuela con clases de apoyo. No es fácil porque muchas veces sus papás no tienen formación y también luchamos para que ellos terminen la primaria”, contó.

LEER MÁS: Colectiveros de la línea 60 de Zona Norte amenazan con un paro, marchas y cortes

De hecho, también ayudan en la educación en todos los sentidos. “Una vez una madre le pegó una cachetada muy fuerte a un nene. Le expliqué que estaba mal y ella me dijo: "a mí me educaron así". Así te das cuenta que hay un trasfondo al que nosotros no podemos llegar”, sostuvo Gisela. Por eso, se contactan habitualmente con personal público especializado para ayudar en esas cosas.

Por otro lado, expresó: “Nosotros articulamos con unos chicos que hacen prevención de adicciones Vencer para Vivir. Son chicos recuperados que vienen a dar charlas para gente del comedor y es buenísimo. Ellos nos dieron la posibilidad de becas para la gente de nuestro comedor. Ya fueron tres personas: una nena de 14, una de 17 y una señora de más de 50”.

Gisela tiene 40 años y es asistente de médico, mientras que su marido arregla aires acondicionados. “Ahora mi marido quiere enseñar el oficio a todos los que vienen al comedor. Hay falta de trabajo, muchos problemas. Les cuesta insertarse en el mercado laboral. Por eso con mi marido y mis amigos queremos enseñarles sus oficios para que comiencen con algo. También les hacemos los CV"s”, contó.

“Al sexto mes creí que no iba a poder seguir porque era todo muy fuerte. Pensé que era servir comida y nada más, pero no era así. La gente te termina convirtiendo en la psicóloga. Y seguí y le vamos encontrando la vuelta”, finalizó con optimismo.