Comenzó en los años 60 por iniciativa de Pablo Marinacci. Hoy es una cita obligada en el mes de septiembre en la Feliz.

Cada inicio de primavera tiene un aire especial en Mar del Plata. Con su llegada, cientos de familias se dan cita en el centro de la ciudad con sus bicicletas para marchar en la Caravana, un clásico que comenzó hace 62 años y aún hoy sigue vigente. El evento está a cargo de jóvenes que concurren al oratorio Pequeño Mundo, y realizan una admirable tarea tanto en la Caravana como en el resto del año.

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"Somos un grupo de no más de 30 chicos, de entre 15 a 23 años. Empezamos a organizarla durante los meses de junio y julio, dividimos las tareas y nos encargamos de todo. Sólo pedimos ayuda a la Municipalidad respecto al tránsito y la seguridad, ya que al ser civiles no podemos ocuparnos de esas cuestiones", describe Valentín, uno de los miembros del oratorio que lleva una vida ligada a él. Comenzó cuando tenía 5 años y se mantuvo hasta el día de hoy.

Este evento que consiste en recorrer un tramo de la ciudad en bicicleta y reunirse con otros ciudadanos, surgió en la década del 60 por iniciativa del Padre Pablo Marinacci, quien había llegado procedente de Uruguay y además fundó el oratorio. "La primera caravana se hizo en 1961 para celebrar la llegada de la primavera y pasar un día diferente en familia, andar en bicicleta y reunirse. Ese es el mensaje que intentamos transmitir, la familia y la unidad", relata Valentín sobre las primeras ediciones de la marcha.

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El recorrido que se realiza cada año ya es sabido de memoria por los que alguna vez la han transitado: comienza en Matheu y Salta, en la sede del colegio Don Orione, hasta Independencia y Juan B. Justo. Una vez allí, se avanza hacia la costa hasta llegar al Faro de Punta Mogotes. Luego, el retorno es hacia el Monumento al General San Martín, en el corazón de la ciudad. Absolutamente todo está cubierto: desde el acceso a una bebida hasta seguros médicos y cobertura por pinchazos.

Durante el resto del año, los jóvenes de Pequeño Mundo se reúnen semanalmente. Asisten a misa, practican deportes y se reúnen en jornadas de reflexión. Además, realizan la Jornada Solidaria, que consiste en hacer ferias para recolectar alimentos no perecederos para cinco comedores de la ciudad. Y, por supuesto, transmiten la tradición de la Caravana. "A medida que vamos creciendo aprendemos de los más grandes. Todo lo que sé hoy me lo fueron enseñando, no tenemos una estructura, es algo que se va transmitiendo", describe Valentín sobre las actividades.

A pesar de que la premisa de la Caravana es la "bicicleteada", nadie queda afuera. Algunos cierran el pelotón en autos, otros circulan en skate o en rollers, o acompañan a sus hijos caminando. La idea es que todo se desarrolle en un marco de seguridad. Y, como ocurrió en todo el planeta, la pandemia le puso un parate al evento, pero no a las ganas de seguir ligados al oratorio. "Estuvimos mucho con actividades virtuales. No tuvo el mismo efecto que hacerlo presencial, pero decidimos seguirlo". Y agrega que el año pasado lograron hacerla en noviembre, con un trabajo contrarreloj. "Nos dieron un mes para organizar todo, fue difícil pero valió la pena", expresa Valentín, quien hoy es uno de los responsables de que miles de marplatenses festejen la primavera con amigos y familia en un recorrido simbólico que hoy es parte de la identidad marplatense.