Emilio Mendoza recorre América Latina en moto. El profesor de Banfield charló con El Bonaerense y contó su más reciente experiencia cercana a la muerte

Emilio Mendoza es vecino y profesor de historia de Banfield que recorre lugares de América Latina para poder recrear aquellos viajes históricos que tienen que ver con su profesión

“Inicié el viaje en 2019 desde Lomas a México y decidí hacerlo porque tenía ganas de salir a conocer el continente. Siempre había viajado en moto, tratando de recorrer lugares históricos que tienen que ver con mi profesión, como por ejemplo el viaje de cruce de Los Andes de San Martín”, cuenta Emilio en charla con El Bonaerense.

Este viaje tenía ese mismo objetivo. Con el libro “Las venas abiertas de América Latina” de Galeano como GPS inició su travesía. “Buscar pistas de modelos educativos en comunidades indígenas y campesinas, y también experiencias que hagan más ricas mis prácticas docentes”, explica.

En el 2020 la pandemia lo frenó por 2 meses en Honduras y ahí volvió a su Lomas natal. “Retomé el viaje el año pasado. Al volver de México hacia al sur entre panamá y Colombia hay una selva que impide el cruce y las opciones son caras para cruzar, yo opte por una más económica que era cruzar en lanchas de cargas locales que transportan mercadería”, cuenta el profesor.

Este recorrido se hacía normalmente, eran 4 o 5 días de navegación, que recorre las comunidades indígenas en un territorio independiente. “Me permitía viajar por las islas y conociendo comunidades indígenas que viven aisladas y ver que podía aprender”, dice.

El primer día fue tranquilo para la embarcación en la que viajaba junto a otras 4 personas. “El segundo día salimos a las 6 am y empezó el viento, empezaron a crecer las olas. Yo grabé un video para mi familia diciéndoles que esto se complicaba. Las olas nos pegaban y amenazaban con tirar, reventaban contra la embarcación”, relata el profesor.

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Las olas crecían y tenían 5 metros. “El oleaje nos metía agua en la embarcación y esa agua no volvía a salir por la manguera y el capitán no se percató, se dio cuenta cuando ya estaba bajo el marco más de su nivel y le aviso a su ayudante que reviso la situación y vio que el agua le llegaba hasta la rodilla, tenía medio metro de agua adentro de la embarcación”, dice.

 Fueron las mismas olas que pasaban por arriba las que apagaron un motor. Intentaron seguir con 1 solo motor, pero no pudieron. “La ola nos pone de costado y tapa el segundo motor y lo para, le avisa a su ayudante que mande un mensaje que nos hundimos, nunca nos avisó a nosotros”, cuenta Emilio

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La embarcación no tenía radio, y fue gracias al aviso del ayudante a un amigo por WhatsApp que dio la alerta que pudieron salvarse. “Intenté avisarle a mi familia, pero no tenía señal, me dispuse a enfrentar lo que venía. Fueron 20 segundos entre que dice que nos hundimos y se hunde todo, los 3 que viajábamos salimos últimos, les tuve que avisar yo, uno era estadounidense y el otro francés ellos no entendían”, relata el vecino de Banfield.

El capitán fue el segundo en salir. “Esa no es la forma que actúa un capitán. Yo estaba enredado con una soga me pude desatar y bajar y despabilé al francés que estaba en estado de shock”

Sobrevivir en el agua

Ahí comenzó lo peor, estuvieron 1 hora en el agua. “Los primeros 40 minutos era de 5 o 6 m el oleaje, pero no rompía, nos levantaba. Pasaron embarcaciones, pero no nos escucharon cuando les gritamos, el agua nos llevó a una rompiente como a 1km de la costa y ahí fue más complicado”, dice.

Emilio y el resto de pasajeros tenían chalecos salvavidas y se agarraban de cajones de pollo para poder flotar. “En la rompiente no podíamos agarrarnos, nos golpeaban los productos que venían en la embarcación, después de 20 min más nos rescata una comunidad indígena que nos llevan a su comunidad y a la tarde noche viene un servicio de fronteras de Panamá y nos saca de esa isla estuvimos 2 días allí”, agrega.

El temor a los tiburones que están presentes en ese mar estaba latente y además, nadaban en un mar de combustible que les provocaba vómitos. “Cuando nos arrastró el oleaje tuve miedo y afortunadamente no vinieron tiburones ni mantarrayas, vomitamos bastante porque el combustible empezó a subir y nadábamos en un mar con combustible, tragábamos eso cuando la ola pasaba”, cuenta el profesor.

Los últimos minutos los llevó una rompiente. “Entendí que no iba a ser cuestión de mi esfuerzo sino de la suerte que tuviera de impactar con un arrecife abajo o me sigan golpeando las cosas de la embarcación que me golpeaban, había que estar nadando, mirar la ola que venía de frente para ver como esquivar. No sabía si iba a salir con vida de esa situación, el mar no ofrece garantía”

Emilio asegura que fue una pérdida económica grande, pero implico salvar sus vidas. “Había otra embarcación que se había hundido y habían muerto 6, nosotros tuvimos suertes, estamos vivíos gracias a los indígenas que nos salvaron”, finaliza.