18/05/2022
La causa más común son las bacterias que proliferan en alimentos vencidos o mal conservados. Pueden causar infecciones gastrointestinales graves, que en algunos individuos se manifiestan con vómitos muy intensos, diarrea y deshidratación.
A continuación, el listado de los errores más comunes que pueden traer consecuencias a la salud.
Muchos piensan que lavar la carne cruda con agua del grifo elimina las impurezas, además de ayudar a eliminar esa fina capa de baba que recubre la superficie de estos alimentos.
Pero es una costumbre riesgosa para la salud: el gran problema radica en que el chorro de agua que sale del grifo y golpea al pollo suele salpicar todo lo que está cerca.
La recomendación, por tanto, es no lavar el pollo antes de sazonar o ponerlo en la sartén (o en el horno).
Si se pone el pollo en el agua, se debe hacer con mucho cuidado, sin demasiadas salpicaduras ni objetos cercanos.
Si bien esta limpieza superficial ayuda a eliminar las impurezas de mayor tamaño, no es capaz de eliminar por completo los microorganismos que se acumulan en la superficie de estos alimentos.
La recomendación es sumergirlos en un recipiente que tenga una mezcla de agua e hipoclorito de sodio durante unos 15 minutos.
Luego, simplemente lavar con agua corriente y secarlo antes de guardarlo en la despensa o en el refrigerador, según el alimento.
En este caso, los patógenos que han terminado en las uñas y los dedos pueden "saltar" a la comida, un proceso que los expertos llaman contaminación cruzada.
Antes de comenzar cualquier receta (o simplemente tomar una manzana para comer), es importante lavarse las manos con agua y jabón.
La contaminación cruzada puede generarse al cortar carne cruda y luego usar la misma tabla y cuchillo para quitar las hojas de una lechuga
Los microorganismos que habían en la carne pueden pasar directamente a las verduras que se comerán crudas en una ensalada.
Cada microorganismo tiene una temperatura ideal para multiplicarse. Algunas bacterias, por ejemplo, se replican más rápido a 25 °C. Otros prefieren 30, 35 ºC y así sucesivamente.
Esta explicación nos ayuda a entender por qué esperar a que los alimentos se enfríen antes de guardarlos en el refrigerador no es una buena idea.
Si la comida va directamente a la heladera, la temperatura más baja impide la reproducción acelerada de patógenos.
Estantes superiores, cajones, compartimentos en la puerta... La temperatura puede variar considerablemente según cada espacio del aparato.
Y eso, una vez más, puede influir en la multiplicación de microorganismos: los alimentos frescos o ya cocinados necesitan estar mejor protegidos del frío, mientras que las conservas, bebidas y condimentos no necesitan temperaturas tan bajas.
La heladera no impide por completo el proceso de multiplicación de microorganismos. Están naturalmente en los alimentos y permanecerán allí, pero en la misma tardarán mucho más en crecer y crear colonias.
Uno de los mayores riesgos en este ambiente más frío es la forma en que almacenamos las carnes crudas. Suelen venir de carnicerías y supermercados en bolsas o bandejas de poliestireno y envoltorios de plástico. Generalmente llevan un poco de líquido o sangre con bacterias.
Si el paquete tiene algún agujero, por pequeño que sea, este líquido puede escaparse y derramarse sobre otros alimentos.
Para evitar que esto suceda, lo ideal es cambiar la carne de recipiente. Guardarla en envases de plástico o de vidrio con tapa es una buena sugerencia.
El freezer es donde se guarda la comida precocinada, las carnes crudas, los helados y el hielo. Allí, la temperatura es tan baja que prácticamente hace inviable la supervivencia de los microorganismos.
A medida que los alimentos se descongelan, liberan agua y crean el ambiente perfecto para que prosperen las bacterias.
Una opción es descongelarlo colocándolo en la heladera y, la otra, utilizar el microondas, que suele tener una función específica para descongelar.
Por último, no podemos olvidarnos de limpiar periódicamente este electrodoméstico, al menos 1 vez al mes.
El objetivo es eliminar manchas, cáscaras y restos que invariablemente caen de los recipientes y platos. Todo este material puede servir como alimento para los microorganismos.
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19 de abril de 2024
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