08/12/2022

Exclusivo

Exclusivo: mi primera experiencia de avistamiento de un OVNI


EN PRIMERA PERSONA. La necesidad de contar algo que solamente en forma oral había relatado, y que pocos conocen. Mi primera experiencia de avistamiento de un OVNI.





Jorge Fernández Gentile
Jfgentile2002@yahoo.com.ar





En la madrugada del jueves 23 de abril de 1987 viví una de las experiencias más increíbles, inesperadas e impactantes en mi vida. Un hecho inédito, que terminaría de marcar mis creencias y convicciones, una vivencia única, con sensaciones fuertes, e imágenes que, supongo, jamás se borrarán de mi mente. Es que en aquella madrugada, poco después de las 4.30, cuando no lo había planeado y mucho menos había intentado que pasara ese día específicamente, observé sobre el cielo de la localidad bonaerense de Ramos Mejía las evoluciones de una luz entre medio de muchas estrellas, que fue creciendo conforme pasaban los segundos o minutos (no podría precisarlo) y que luego, con el correr de las horas, quedaría registrado como un Objeto Volador No Identificado (OVNI), al que desde hora comenzaré a citar como un vehículo extraterrestre dirigido, al que llamaré en adelante como VED.





Siempre hay una previa





Hacía tiempo, más precisamente desde antes de tener 18 años y de mi primer contacto con el libro “El Triangulo de las Bermudas” de Charles Berlitz, no mucho después de haber cumplido la mayoría de edad, me había interesado sobremanera todo lo que estuviera relacionado al Fenómeno OVNI, pero también el origen del hombre en la Tierra, los misterios de la humanidad y muchísimos otros temas relacionados de alguna manera. Por eso, en mi biblioteca se iban sumando literatura de variados investigadores, como Eric vön Däniken, Jacques Valleé, Carl Sagan, Arthur Clarke, pero también de autores nacionales, como Roberto Blanchs, Pedro Romaniuk, un joven Antonio Las Heras y otros más. Incluso, junto a una amiga de entonces, a quien simplemente citaré como Bettina, ya estábamos inmersos en el tema, finalizando un curso sobre Ovnilogía y vida extraterrestre con quien sería mi maestro y guía, el gran Fabio Zerpa. Recuerdo muy bien que el ufólogo rioplatense, que nos invitó más de una vez a salir a mirar el cielo, buscando potenciales respuestas a nuestras inquietudes, guiándonos en técnicas para estar preparados para un potencial contacto, siempre nos enseñaba que, si los viajantes de esas extrañas naves de otros mundos quisieran hacerse ver, serían ellos quienes nos darían la oportunidad de hacerlo. Sin que nosotros nos lo propusiéramos.









Calmar ansiedades





Recuerdo muy bien que la emoción y la ansiedad me superaban por aquellas primeras clases del curso con Fabio, que dictaba por aquellos años en su reducto del barrio de Flores, cerca de la Av. Juan B, Justo. Es que ya sea en soledad o en un grupo, y esto sigue muy vigente, si se sale a efectuar vigilias con la idea visualizar o “cazar” OVNIs (disculpen la descripción, que no es la mejor, pero sí resulta muy descriptiva), se presupone que los resultados podrían ser inmediatos. Un enorme error de cálculo de mi parte, por entonces y que se replica también en muchísimos iniciados que aspiran a incursionar en el aspecto investigativo de la ufología. Estar en armonía con el propio ser, en paz con todo el entorno y concentrado en lo que se hace y se desea, no es un camino seguro para ubicar y ver naves extraterrestres, así como así. Y muchísimo menos, alcanzar un contacto directo, cara a cara, con alienígenas. Por más deseos y una prodigiosa dosis de buena voluntad que se le pueda llegar a poner al momento, si no es tiempo, difícilmente se de bajo presión de los seres humanos.
De todas maneras, un verdadero conocedor en profundidad del tema, como lo fuera en todo momento el gran Fabio Zerpa, me cambió la percepción. Fue él quien me reiteró en más de una oportunidad que podría llegar a avistar un VED cuando los alienígenas que los conducen lo decidieran, por más deseos que yo tuviera. Algo que no puedo ratificar fehacientemente que es así, aunque sin dudas, las palabras del enorme investigador rioplatense parecen tener aun hoy mucho sentido. Es que no ha sido mi caso el primero, ni mucho menos. Sería necio de mi parte creer así. Porque la casuística avala la presunción de que existen avisos de que algo pudiera llegar a suceder en la vida de un potencial contactado. Como si un mensaje subliminal, inexplicable, hace activar a esa persona que, sin esperarlo ni proponerlo, vivirá un encuentro cercano, aún con o sin intenciones de que esto pase.





Cómo fue aquella noche





El miércoles 22 de abril de 1987, en mi domicilio del barrio de Lomas del Millón, en la localidad de Ramos Mejía sur, Partido de La Matanza, aquella noche previa cenamos mi inolvidable amigo Hugo y la citada Bettina, para hablar de mil cosas nuestras de aquellos tiempos, como bueyes perdidos, trabajos, diversiones, todas sin demasiada trascendencia. A Hugo, que donde esté, lo haga en la paz que en vida no tuvo, lo conocía desde chiquito. Éramos vecinos, y habíamos recorrido juntos la adolescencia y nuestros primeros años de adultez juntos, y nos conocíamos de memoria. Él me habia presentado tiempo atrás a Bettina, y los tres la pasamos muy bien, dialogando y riendo. Y reafirmo, en ningún caso, tanto a lo largo de la cena y durante la larguísima sobremesa, se habló sobre que Bettina y yo estudiábamos con Zerpa. Es más, y lo recalco también: no bebimos alcohol ni fumamos nada raro. Fue un encuentro entre amigos íntimos, con muchas risas e historias banales de aquellos tiempos, que me hacia bien después de un traumático divorcio de meses atrás, y que se extendió hasta pasadas las 2 y media de la madrugada.
Ya por entonces y desde hacía un buen rato, Bettina se había recostado al sentirse cansada, y el querido flaco Hugo y yo seguimos hasta esa hora, haciendo planes, imaginando cosas, hasta que lo despedí.
Entonces, aunque tardé unos pocos minutos en acomodar algunas cosas y luego me fui a acostar rápido, aunque jamás me pude dormir. Creo haber culpado a ese inesperado insomnio a que había tomado más café de lo acostumbrado, aunque no creo que haya sido ese el motivo de mi falta de sueño, dado que ya por entonces el “cortadito” era un paso obligado a lo largo de mis jornadas.





Escalera al cielo





Lo concreto es que, hastiado de dar vueltas en la cama sin lograr dormir, con los ojos como encendidos al no poder conciliar el sueño, me sentí como empujado a levantarme, e ir hasta el patio, para encarar como un autómata la escalera e ir hasta la terraza, quizá cavilando cosas, como si hubiera entrado en trance o en un estado de reflexión, acompañado de los cigarrillos y el encendor Bic, infaltables por aquellos años de mi vida. Todo, de cara a una noche cerrada, en la que aún no despintaba el amanecer.
El cielo estaba limpio de nubes, estrellado, y la escenografía que tenía a disposición me era por demás conocida, aunque no solía subir demasiado a una terraza desprovista de faroles y luces, macetas o adornos, y solamente provista de dos sogas metálicas para colgar ropa, pero que estaban vacías.

Encendí un primer cigarrillo, y me quedé contemplando la inmensidad que tenía frente mío, mirando específicamente esa postal oscura y estrellada, pero en especial enfocándome hacia la zona sur del Gran Buenos Aires, que no sé porque me atraía. Habrán pasado los minutos que dura fumar un cigarrillo, cuando muy a lo lejos, supongo que a varios kilómetros de distancia, pude detectar un punto en el cielo que parecía aproximarse hacia donde estaba ubicado, mientras continuaba apoyado en la reja de protección. Acostumbrado a visualizar el azul oscuro manchado de luces en esa inmensidad, y habiendo descartado que fuera un satélite o un avión rumbo a Ezeiza, mi imaginación presupuso entonces que podría tratarse de un helicóptero, aunque su altitud era muy marcada y eso me generaba enormes dudas.No existían por entonces los drones, y los globos aerostáticos no suelene brillar en la noche, máxime que no recuerdo que hubiera luna llena.
No había encendido aún el segundo cigarrillo, y seguía quieto y sin quitar la vista a esa luz aparentemente blanquecina, en mi visión, hasta que comencé a dudar, porque la altitud que iba tomando esa luz creciente era muy elevada como para que se tratase de un helicóptero. Fue entonces que habrán pasado escasos segundos, cuando esa luminosidad, que estaría a menos de 1500 metros de donde me encontraba ubicado (luego de estudiar mi observación y hacer los cálculos pertinentes). Lo cierto es que eso se detuvo abruptamente, ya mucho más grande, dejándome ver que parecía ser más que una simple gran luz porque se asemejaba a un aparato volador desconocido para mí, y reitero, más grande de lo que presupuse inicialmente. De forma circular o más bien discoidal, pero a la vez con una forma como si se hubieran juntados dos platos entre sí, unidos por una delgada línea en la que destellaban luces verdes, rojas y azuladas, cual si fueran las que adornan los arbolitos de navidad. Encendían y se apagaban intermitentemente. Una a cada vez, como flashes psicodélicos. No era nada que no hubiera leído en distintos libros sobre OVNIs, al fin de cuentas eso era lo que había terminado de estudiar muy poco antes del día del hecho. Empero, debo recordar que sí resultaba la primera vez que me encontraba ante semejante fenómeno.
Juro que en ese momento, sin celulares con gran definición para sacar fotografías, algo que se podría hacer con facilidad en la actualidad, y mucho menos con mi cámara automática a manos, tenía dos opciones: o me perdía lo que estaba viendo maravillado y bajaba a buscar la máquina de fotos, que no sabía bien donde estaba (y si llegaría a registrar bien la imagen, dada la distancia y la resolución que tenía, que no era muy buena…), o me quedaba para observar en detalle lo que estaba pasando frente a mí, tratando de memorizar todo cuanto podía, con la idea de, una vez que desapareciera, (porque no me quedaban dudas sobre que eso iba a pasar), correr a escribir lo más descriptivo posible ese potencial avistamiento. Los consejos recibidos de Fabio y mi intuición me hicieron optar por quedarme donde estaba y ver con detenimiento…





Caía como las hojas





No podría jurar en ese momento que estaba frente a un VED, hecho y derecho. Pero si me quedaban pocas dudas, a pesar de la distancia y de la oscuridad de la noche, y mi observación se precipitó definitivamente cuando esa cosa se detuvo abruptamente y, tras unos pocos segundos, comenzó a realizar el característico movimiento de la caída de hojas en otoño, que es ir bamboleándose hacia sus costados mientras iba perdiendo altura. Una forma de descenso característico que coincidía con muchos avistamientos anteriormente leídos (Y que se repetiría en varios más que leería en muchas oportunidades por años) Esos movimientos habrán durado escasos segundos, cuatro a cinco, no más, pero maravillado (y paralizado por lo que veía) me parecieron ser interminables… hasta que de pronto, en el más amplio de los silencios, o al menos esa fue la sensación que viví, el aparato, que nunca dejó de hacer titilar sus luces, volvió a detenerse y, como si lo impulsara un rayo, salió disparado en dirección oeste, a una velocidad impresionante, incalculable, pero mucho más rápido que si fuera un avión.. Confieso que me separé de la reja, sorprendido, por no haber visto ni estela, ni haber escuchado siquiera un zumbido. De pronto, se esfumó en el cielo oscuro, sin nubes ni nada más que me impidiera ver su desaparición.





¿Vi realmente un OVNI?





Creo que debí estar unos diez o doce minutos paralizado, apoyado de nuevo junto a la reja baja de la terraza de mi casa, tratando de procesar qué había pasado y vivido. ¿Cómo había sido posible que ese verdadero espectáculo ufológico se presentara ante mí?. No obstante, cuando caí en cuenta que había sido testigo de un encuentro cercano, apurado por la emoción, pero a la vez muy motivado por los protocolos que había aprendido en el curso con Zerpa, mientras alterado despertaba a Bettina empecé a escribir en un cuaderno que, ahora en el tiempo, días atrás desempolvé, para que mucho de lo que ustedes pueden ahora conocer en estas líneas sepan. Mi facilidad para redactar, considerando que por entonces ya tenía más de siete años en el oficio como periodista, no me impidió que se acumularan en mí un sinnúmero de dudas, preguntas y cuestionamientos.
¿Era realmente una nave de otros mundos aquello que había estado frente a mí, a unos cientos de metros de distancia? ¿Me había jugado una mala pasada la imaginación y creía haber visto un VED que jamás existió? ¿Había sido “llamado” por esos seres extraterrestres, previamente, para que los viera evolucionando en el cielo de Ramos Mejía? ¿Debía contar todo cuánto había visto y vivido? Lo que yo pude llegar a visualizar, ¿lo habían visto también otros testigos? ¿Saldrían publicadas en algún lado esas imágenes imborrables que aún hoy rondan todo el tiempo mi cabeza? ¿Volvería a repetir esa experiencia? ¿Me creerían? ¿o sería uno más de los muchos “lunáticos” que visualizan cosas raras en este trastornado mundo en el que vivimos? Todas estas preguntas y muchas otras, que ahora logro rememorar, me recorrieron durante todo aquel día. Desde entonces, en realidad. Eso, sin contar que logré comunicarme en la misma mañana y luego de numerosos intentos fallidos con Fabio Zerpa, quien me pidió que le describiera por escrito lo visto, y que mantuviera la calma. Eso sí, el avezado investigador, que había visto incontables veces esos aparatos únicos, me recordó también que él me había advertido que una probabilidad de encuentro o avistamiento sería cuando tendría que ser, ni antes ni después. Y que, desde que yo me había adentrado en el tema, ese paso iba a darse casi con naturalidad y, lo más probable, que fuera algo inevitable, que iba a pasar, sí o sí. Y que no sería mi único avistaje. Con el tiempo aprendería que eso se da en muchísimas disciplinas en las que incluso las ciencias aplicadas no siempre pueden alcanzar pruebas empíricas sustentables. Y que quienes vengan de otros mundos, están muy interesados por aquellos que, como yo, son abiertos a intentar contactarnos con ellos de alguna manera.





La ratificación





Eran otros tiempos, sin celulares, internet y con herramientas comucacionales muy diferentes a las actuales. No fueron muchos los medios periodísticos que, ya el viernes en la mañana, publicaron escuetamente la noticia. Algunos diarios, así como en noticieros radiales y alguno televisivo, difundieron rápidamente y sin demasiado sustento las denuncias de distintos vecinos de la zona oeste del Gran Buenos Aires (Ramos, Castelar e Ituzaingó, pero también en Esteban Echeverría, Moreno y Luján). Y, para mi asombro, todos citaban haber visualizado una nave que se movía en dirección este-oeste, a enorme velocidad, con destellos de luces de al menos tres colores, y en que algunos momentos efectuaba movimientos inexplicables e imposibles de realizar por un aparato fabricado en la Tierra, porque rompería con las leyes de nuestra física tradicional y la cuántica estaba apenas iniciada, de cara a lo que hoy nos podría brindar.





……………..





Mi (discreta) descripción técnica





Siendo aproximadamente las 4.35, estando en la terraza de mi domicilio particular, ubicada al aire libre en el primer piso de mi casa de Ramos Mejía, al oeste del primer cordón del Gran Buenos Aires, en circunstancias en que estaba sólo y me concentraba en divisar casi obsesivamente el cielo, estando sobrio y consciente del momento que vivía, y mientras fumaba un Marlboro box, divisé una luz que, desde mi posición, provenía a cierta altura (unos 55°), desde la zona sur, pero, por mis deducciones y conocimientos de la zona, vendría desde la zona de Lugano o el Autódromo de la ciudad de Buenos Aires. Si un porteño tuviera que ponerlo en un sitio, parecía recorrer un traslado pasando por el barrio de Mataderos, como viniendo hacia mí, (aunque esta apreciación es figurada y para ponerla en un contexto)
En principio observé una luz potente, parecía blanquecina y en movimiento, que se iba agrandando mientras se elevaba y avanzaba, lo que me hizo pensar que podía ser un helicóptero.





Ese proceso de imagen en aumento habrá durado menos de cinco minutos, ya que de pronto, a menos de lo que presupongo eran unos 1500 metros, aunque podría también ubicar al “aparato” en unos 800, ya a unos 80° desde mi posición, se detuvo abruptamente. Se notaba que era un aparato grande, que iba de una forma ovoidal o más bien discoidal, a la más descriptiva, de la unión de dos platos unidos entre sí, pero con una franja luminosa en el centro de su formación. No pude determinar si había escotillas o ventanas, pero sí se podía ver diferentes luces que, intermitentemente, pero como si fuera con algún sentido, se encendian y apagaban armónicamente.





Pude apreciar luces de colores rojo, verde y blancas, aunque no descarto que hubieran otras de más colores, pero que no percibí nítidamente. Encendían y apagaban y generaban la sensación de que hacían girar al aparato sobre su eje, aunque esos movimientos no lo puedo afirmar contundentemente.
Al detenerse, podría describir su medida comparativamente como si se viera frente a mí una moneda de regular tamaño, puesta flotando frente a mí a varios metros de distancia. Otra comparación descriptiva es como ver un automóvil a unas dos cuadras de distancia de donde yo me encotraba, para entender que no era algo chico, y mucho menos una simple luz etérea.





No tengo duda alguna de que se trataba de algo sólido, y que producía movimientos inteligentes, aunque algunas de esas evoluciones parecían no tener lógica, desde la óptica humana. Por sus velocidades siderales, subidas y bajadas increíbles, combinadas con detenciones abruptas, que matarían a cualquier humano común.





Una vez detenido su acercamiento hacia mi posición, y ya como suspendido en el aire, en algunos segundos hizo lo que en ufología se conoce como caída en forma de hojas. Es decir, que el vehículo volador va de un lado a otro, como si fuese perdiendo altura, pero moviéndose de derecha a izquierda, “bamboleándose”, imitando la caída de las hojas cuando llega otoño. Todo eso, en escasos segundos, hasta llegar a lo que calculo, eran unos 45° desde mi punto de observación, para detenerse apenas uno a dos segundos, y salir como si fuera eyectado en dirección este-oeste, a una velocidad que nunca antes había visto en un aparato, ya sean aviones, comerciales o de guerra, helicópteros, globos aerostáticos, pero tampoco pájaros, o cualquier otra cosa que vuele en nuestro planeta, sin conocer lo que ahora podrían hacer drones, satélites, cohetes y aviones ultrasónicos que llegaron después.





Ese vuelo fue recto, ni se elevó ni tampoco bajó, y era tanta la velocidad que llevaba, que habrá tardado entre 3 y 4 segundos, hasta que desapareció de mi campo visual. No era mucho más de las 4.50 de aquella madrugada, que cambiaría mi vida para siempre. No puedo olvidarla, además, porque esa fecha cumplía años doña Concepción Gentile, mi mamá, que esté donde esté, en otro plano, me pidió queon el tiempo me entendería.





Debo destacar que ningún momento escuché zumbido, ruido o algo parecido, que fuera detectado desde mi posición. Ni siquiera en el instante en que salió hacia el oeste, cuando presupongo que debió romper la velocidad de sonido. Claro, eso dentro de la física tal como nosotros la conocemos.
Por todo esto que he relatado, y que que resultó ser la primera vez que visualicé un OVNI, quizá un VED, nunca más mi vida tendría el mismo sentido de las cosas, Y esta es la primera vez que me animo a contar por escrito lo que viví. Quizá porque era necesario hacerlo. Quizá porque esa orden me la dieron desde otros lugar, en otro plano dimensional o por vaya a saber qué razones, por aquellos mismos que esa madrugada me empujaron, casi obligadamente, a subir a la terraza a fumar un cigarrillo.





……….









Detalle técnico.
Qué es el azimut
El azimut es el ángulo que forma el Norte y un cuerpo celeste, medido en sentido de rotación de las agujas de un reloj alrededor del horizonte del observador. Determina la dirección de un cuerpo celeste. Esta comprobación fue lo que me ayudó a calcular con mucha más propiedad la distancia aproximada en la que estaba el aparato…





Ficha Personal
Jorge Fernández Gentile
Periodista especializado en deportes y en ovnilogía, estudios de la paranormalidad, docente terciario, conferencista, investigador ufológico y paranormal (Discípulo de Fabio Zerpa y de Ariel Martín Lopez), Justamente con Ari Lopez (sí, va sin acento) y Guillermo “Pickman” Barrientos, fundaron hace años Dogma-Argentina, a partir de la conjunción de tres grupos que aunaron esfuerzos y uno de los grupos de investigación en paranormalidad y ufología más importantes, tanto a nivel nacional y latinoamericano, aunque también conocido en el resto del mundo, y en pleno funcionamiento en la actualidad.
Fecha de nacimiento; 24 de junio de 1959 (63 años en la actualidad)





Estudios cursados; Periodismo (En la escuela del CPD), especializado en Deportes. Cursos sobre ovnilogía con el destacado investigador Fabio Zerpa





Su experiencia laboral: Ingresó en 1980 a la sección Deportes del diario Crónica. Hasta 2010, lo hizo en la sección Deportes (en la cual llegó a ser cojefe), y luego en la sección Suplementos, los cuales comanda hasta la actualidad, destacándose el suple Fenómenos Paranormales, casi todos, accesibles en la edición dominical.





Docente de periodismo en al menos diez instituciones terciarias, aunque en la actualidad solamente dicta clases en Tea y Deportea, entidad a la cual se incorporó en 1991.
Su familia: Tres hijos (Cynthia (39), Hernán (33) y Cecilia (30)), y tres nietos, Mora (7), Valentino (4) y Emilia (5 meses). Casado y divorciado por dos veces, en la actualidad está en pareja desde hace 4 años con Laura, camas afuera.


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