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La institución alberga a grandes y chicos de los distritos de General Rodríguez y Moreno.
Los clubes de barrio son los actores sociales más importantes ante la falta de respuesta de la política municipal, provincial y nacional. Entre sus principios, se encuentra la contención para los vecinos del barrio. Y justamente de esa manera nació la Escuela de Fútbol Infantil (EFI) Güemes, la institución de General Rodríguez que cumplió 23 años en los últimos días. Ante esto, El Bonaerense habló con una de las dirigentes e hija de fundadores, Ana Paula Veiguela.
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“El club se creó a el 13 de noviembre de 1999, con el objetivo de convertir un campo (basural) entero en una cancha de fútbol que sirva de espacio de encuentro de vecinos y vecinas que en ese momento eran muy pocos con relación a la actualidad. Hoy día tampoco hay otro club que tenga estos fines sociales no lucrativos como nosotros”, comenzó contando.

El club alberga chicos desde 7 años hasta la edad que quieran, porque todos pueden seguir jugando. Tiene 21 categorías de niños, de jóvenes y de adultos. “Las categorías de más de 18 años sostienen a todos”, explicó Ana.
“Buscamos ser un actor más, luchando por políticas públicas, para que los vecinos tengan una vida digna y accedan a todos sus derechos: que se sientan cómodos, que puedan transitar un barrio libre de violencia, con calles dignas para que llegar a la escuela no sea una travesía”, contó.

Y profundizó: “Queremos que se sientan seguros en la comunidad. Pedimos y hacemos cosas contra la inseguridad: más colectivos (que lleguen al fondo del barrio), más iluminación, la ampliación del asfalto. Buscamos estar activos con la comunidad”.
“Hoy EFI Güemes es un club de fútbol y un comedor. También, además de fútbol, cedemos un espacio para el municipio, para que haga educación en el plan Fines”, explicó.
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Güemes es uno de los clubes que pertenece a la Liga para la Oportunidad Social. “Estamos muy contentos también con la Liga FOS porque contiene a una población muy amplia. Acá hay alrededor de 400 personas que juegan más la gente que está en el club y no juega. Movemos 800 personas por fin de semana”, contó.

“Lo más lindo del club es que somos personas que solamente estamos interesadas en que los vecinos y la institución estén bien. Hay un sentimiento de solidaridad y comunidad. Acompañamos con abrazos, colectas, donaciones, etc.”, finalizó con emoción.
Crecimiento del club y el barrio
“Somos autogestionados que queremos seguir creciendo, con fondos de los socios y sponsors. Queremos tener otras disciplinas que la sociedad quiera y proponga”, contó Ana.
“El barrio tiene el triple de población que hace 23 años. La función social se ha ampliado también por eso y porque tenemos una mirada solidaria, con el compromiso por las otras personas. El club ha favorecido a la unión de la comunidad y el barrio”, reveló.

“De a poco vamos creciendo. A nivel estructural ya crecimos mucho, con vestuarios, baños, un salón de usos múltiples y demás. Hubo muchos cambios, pero las bases y los principios siguen siendo los mismos”, explicó.
Asimismo, agregó: “Nuestro rol también es albergar a las necesidades que tengan otras instituciones. Hemos prestado el espacio para la liga que participamos, para el municipio, para todos los que lo necesitaban”.
El rol de su familia
“Mis padres fueron de las 10 familias fundadoras. Mi madre, igual que yo, sigue siendo dirigente de la institución. Mi hermano juega. En mi familia el club es un integrante más de la familia. Yo tengo 30 años y desde los 7 siempre estuvo el club en mi vida. Sé cuánto ha costado dar cada paso, cada papel”, contó.