Apodado "Judas", el hombre de La Matanza habló con El Bonaerense sobre su vida en la cultura del hip-hop.

La cultura del hip hop es oriunda de Nueva York (Estados Unidos) y surgió entre afroamericanos y latinoamericanos que estaban allí en la década de 1960. El tiempo pasó y se expandió por todo el mundo. En la Argentina, la escena crece día a día y catapulta a la fama a decenas de artistas. En La Matanza, por ejemplo, se destaca Judas, un grafitero, breakdancer y rapero que habló de todo en una entrevista con El Bonaerense.

Matías García, de 33 años, comenzó a escuchar música internacional desde segundo grado. Le gustaba el hardcore, el new metal, el reggae, el rap, pero no tenía conocimiento sobre el tema. “Me llamaba la atención lo que expresaban esos músicos”, comenzó explicando.

Y continuó su historia: “Yo sentía en mí una capacidad para la percusión, sin perder el ritmo ni nada. Al pasar de los años me orienté al rap por una persona que conocí en 2004 y me gustó su onda, su ropa, todo”.

Esa persona de su barrio rápidamente empezó a contarle sobre el grafiti, el breakdance, y todo el arte dentro del hip hop. “Gracias a él entré a la cultura, a la improvisación, a la música”, relató el artista cuyas pinturas con aerosol deslumbran las calles del conurbano.

Esto, claro, lo apasionó. “El hip-hop tiene rap y el rap es único… Y el hip hop es una cultura llena de actividad que otros géneros creo que no tienen… Es la gloria”, expresó, fiel a los mismos gustos que tiene desde los 8 años.

Y detalló: “Me cebaban mucho las bandas locales, hasta que arranqué a componer y grabar con una caja de zapatos en un mp3 a pila”.

Dentro de la cultura, lo que más le impactó fue el freestyle. “Me salía muy fácil, de adentro”, sostuvo. Ahí mismo arrancó con el breakdance. “Siempre fui salvaje y, viendo videos, siempre quería imitar los truquitos que veía que hacían. No éramos "hip hop", pero hacíamos eso”, agregó.

“Lo que sabía hacer por ser tan indio, empecé a implementarlo en el breakdance. Y ahí comencé a ir a todos los barrios a conocer gente que bailara”, profundizó sobre su pasión por el baile.

Las obras de arte con una lata de aerosol (o con cualquier cosa):

“Con el grafiti se me hizo fácil porque yo dibujo desde chico. Mi viejo dibujaba muy bien y yo quería copiarlo. Cuando me enseñaron lo que era el grafiti, agarré la lata y me salió algo increíble”, comenzó contando.

De todas maneras, Judas (como le dicen por su adrenalina para todo) tiene conocimiento de que a mucha gente no le gustan estas obras o no le parecen "arte" (sobre todo los tags, que son firmas de los grafiteros). “No están al tanto de lo que representan, pero gustos son gustos… A mi me gustan las calles coloridas, a otros la "elegancia"”, opinó.

También explicó que puede realizar dibujos con carbón, lápiz, pincel, rodillo, aerosol y hasta con máquinas para hacer tatuajes, algo que también hace.

La música:

Sobre su don con la música, sostuvo: “En todos estos años experimenté muchas cosas dentro de la cultura, que me encantaron, hasta fui selecta (DJ), en cualquier bar donde se hiciera un evento”.

“Todo esto lo hice porque soy un caradura que se anima a hacer cualquier cosa. Fui a competencias, batallas, hice hasta radio, sin instrucciones de nadie, para entrevistar bandas de rap”, explicó.

Gracias a todo eso conoció a mucha gente, muchos músicos. “Un día me vio un guitarrista y me pidió que hagamos una banda y yo entré, se llamaba Piedra Libre. Hicimos una fusión de música genial y con eso empecé a tener otro oído”, relató.

Y finalizó: “Los raperos somos orgullosos, vanidosos, únicos, egocéntricos, y lo mostramos y lo defendemos, nacimos desde la competición también, ¿no?”. Hoy, tanto las obras que dejó plasmadas en las calles del conurbano como su música, lo mantienen vigente en una cultura que siempre parece estar en evolución.