A puro pulmón, Ezequiel Di Fulvio, logró superar momentos muy duros de su vida, sin embargo, el oriundo de William Morris encontró en la pandemia un pasatiempo que luego le daría un importante vuelco en su trabajo como artesano.

Ezequiel vio en el arte una salida posible para escapar de la noche y las drogas, al principio comenzó realizando artesanías pequeñas, pero con el paso del tiempo y su perfeccionamiento como artista, se dedicó de lleno a la realización de réplicas de instrumentos musicales. 

Fue vendiendo en eventos masivos o recitales de rock donde se le prendió la lamparita: “Por qué no hago estadios de fútbol”, se preguntó a sí mismo. Comenzó con algunas pruebas, y al crear el cilindro de Avellaneda, notó que su pasatiempo podía escalar a algo mucho más grande. 

El primer encargo oficial que tuvo fue para recrear La Bombonera, y al día de hoy, lleva vendidas más de 350 maquetas. “Trabajo en la temática del fútbol por lo que significa la pasión. Al principio lo tomé como un pasatiempo, pero la gente me hizo saber que era algo que gustaba y lo tomé como un oficio nuevo”, dijo Ezequiel (37) a El Bonaerense. 

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Tras la construcción de su taller en la parte de adelante de su casa de William Morris, éste se volvió su lugar en el mundo. Allí pasa horas trabajando y creando para los fanáticos del fútbol. 

“El taller lo arranqué con una mesita que encontré en la calle, algunas herramientas que me prestaron, una amoladora que me compré y una caladora que me regaló mi vieja”, detalló sobre los inicios del lugar.

Al principio, lo recaudado de cada maqueta iba destinado directamente a la compra de máquinas, herramientas y materiales para hacer crecer el emprendimiento. Gracias al incansable esfuerzo que hizo durante tres años, Ezequiel ya cuenta con más de 50 máquinas. 

Me costó mucho todo, le metí toda la garra, todavía no pude comprarme un aire, si hace frío yo estoy ahí igual, es lo que la vida me enseñó. Vengo de la nada misma, se lo que es comer de la calle, lo que hice hasta hoy, fue a pulmón y peleandola”, recordó.

Sobre el tiempo que le toma la realización total de las maquetas, dijo que pasa muchas horas trabajando en ellas. “Una maqueta de 50 x 50 me lleva alrededor de 150 horas aproximadamente, y una de un metro, casi 300”, explicó. 

En este sentido, dijo que no tiene preferencias a la hora de crearlas, ya que le gustaría hacer todas las que existan para superar nuevos desafíos. “Llevo vendidas muchas, una atrás de otra. Acá no hay más de un día de descanso. La mente me lo demanda”, amplió.

“Por lo general no me gusta lo común,  me gusta lo inexistente. Es ahí cuando la gente presta más atención. La reacción de la gente al verlos es de impacto, se cuelgan a mirarlos  y dicen que son muy zarpados”, indicó.

“Mi trabajo es lindo porque está fuera de lo normal. Es algo muy flashero y loco que me permite vivir de lo que amo”, cerró.

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