Allá por el 2010, un grupo de amigos decidió ir por más y, al igual que el fuego en sus obras, buscaron coronar su amistad con la creación del colectivo artístico Constructores de Fuego.
Según su sitio oficial, Constructores de Fuego es un colectivo de artistas que diseñan y construyen obras temporales que intervienen un espacio y suelen completarse con el accionar del fuego.
“El proyecto nació de forma casual en diciembre de 2010, a partir del deseo de transformar los restos de una vieja construcción de madera en ruinas que se encontraba en el taller de uno de los compañeros”, relató a El Bonaerense Gabriela, una de sus integrantes.
Con esos materiales construyeron un objeto escultórico que, como en muchos lugares del mundo, “se encendió en la calle, junto con los vecinos del barrio, el 31 de diciembre como símbolo de purificación y esperanza”, explicó.

Tras esa primera experiencia, Gabriela dijo que el deseo de reunirse alrededor del fuego volvió a aparecer: “con el tiempo, el cuerpo de obra fue creciendo y las imágenes de lo que hacíamos se hicieron conocidas, lo que hizo que comenzaran a convocarnos”.
“Así se fue gestando un concepto artístico y empezamos a entendernos como colectivo”, agregó. Tal fue su crecimiento, que hace unos meses pudieron constituirse como una cooperativa cultural.
Al principio, los integrantes eran conocidos, pero con el paso del tiempo fueron incorporando nuevos colaboradores. Actualmente solo quedan dos de los integrantes originales.
“Hay un núcleo de doce integrantes estables, pero eso cambia constantemente: suelen incorporarse colaboradores en distintos roles, a veces por breves períodos y a veces pasan a ser parte del colectivo”, informó.

Las obras que realizan son efímeras, únicas e inigualables. Trabajan con materiales recuperados no contaminantes como ramas, madera, MDF, cartón, entre otros. “Son únicas porque están pensadas para cada entorno y comunidad”, dijo.
“No es sencillo definir nuestra praxis porque en ella intervienen todos los lenguajes artísticos como la escultura, la pintura, la literatura, la música, el teatro, y la danza. Cada una constituye una experiencia estética y una particular experiencia sensible para transitar”, sostuvo.
Además, expuso que realizan acciones performáticas en las que intervienen los diferentes lenguajes artísticos “que rescatan el sentido transformador y simbólico que tenía el fuego en los ritos ancestrales, actualizándose en el lenguaje del arte contemporáneo”.

“Cada intervención es una invitación al diálogo, a la suma de voluntades, a la reconstrucción de los vínculos comunitarios a través del hacer artístico en un espacio común, a la recuperación del espacio público como lugar de encuentro”, agregó.
Respecto al elemento del fuego como la frutilla del postre en las obras, Gabriela dijo: “Es una herramienta que destruye pero también crea: no consideramos que acaba con las obras, sino que, por el contrario, las completa y las transforma”.
“El fuego genera sorpresa y magnetismo, incluso en nosotros que llevamos ya más de una década observando cómo actúa. Es hipnótico”. “La experiencia de ver arder las obras conlleva simbólicamente una invitación a soltar, a entenderse como parte del todo, a comprender y a aceptar nuestro propio carácter efímero«, sumó.
“Para quienes participamos como hacedores, Constructores de Fuego supone además, un ejercicio constante de pensar y hacer en colectivo: pausar el ego y la mirada unívoca para encontrarnos en la pluralidad de lenguajes y miradas”, cerró.
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