06/10/2023
Héctor Argiró compró el vehículo, se tomó algunos años para refaccionarlo y desde 2016 está girando por el continente. Conectó Ushuaia con Alaska, visitó infinidad de ciudades y hasta conoció a Diego Maradona. Desde México, le cuenta su historia a El Bonaerense.
A Héctor Argiró (48) hay dos cosas que lo apasionan: la cartografía y los autos. Un día, cansado de la rutina de la vida cotidiana de cualquier trabajador y con ganas de nuevos desafíos, decidió combinar ambos pasatiempos.
Remodeló un Torino que había comprado hace algunos años, desempolvó mapas con rutas que tenía pensado seguir y en noviembre de 2016 decidió echarse a andar en una travesía que, al día de hoy, aún no termina.
"El bichito de irme de viaje siempre lo tenía. En ese entonces tenía trabajos relacionados al área de sistemas y, cuando tenía vacaciones, agarraba la moto y me recorría 10.000 kilómetros en 15 días. Me iba a Chile, Paraguay, Bolivia... Cuando me faltaban 3 ó 4 días para volver al laburo, me decía a mí mismo 'loco, no quiero volver'", le explica el protagonista de esta historia a El Bonaerense, vía teléfono desde un pueblo llamado Rosarito, ubicado en Tijuana, una ciudad mexicana que está cerca de la frontera con los Estados Unidos.
Desde muy chico, luego de que un tío lo llevara a bordo de su Torino al aeropuerto junto a su familia, soñaba con manejar un modelo de este vehículo conocido por haber sido creado en Argentina. La curiosidad por los mapas -mucho antes de que se recibiera de cartógrafo- lo llevó a imaginarse un día recorriendo toda la Panamericana: desde Ushuaia hasta Alaska. Y esa idea nunca abandonó su cabeza.
"Ya me había comprado el auto y lo estuve restaurando tres años. Tenía que dar el paso, mis amigos me decían que pusiera una fecha y lo hiciera", cuenta el hombre nacido en la provincia de Tucumán pero que a los 6 años se mudó a la provincia de Buenos Aires.
La repentina pérdida de su hermana fue el click para que Argiró tomara valor y marcara en el calendario cuándo comenzaría su travesía continental.
"Cuando pasan esas cosas, empezás a replantearte todo. Recuerdo que en febrero del 2014 me dije a mí mismo que me iba a ir en noviembre de 2016, ya sea con plata, sin plata, con hijos, sin hijos, casado, soltero, como sea", sostiene.
Desde entonces, el vecino de Los Polvorines -partido de Malvinas Argentinas- lleva casi siete años prácticamente ininterrumpidos de vida nómade junto a su fiel compañero de cuatro ruedas.
El itinerario en un principio fue establecido en función del 50° aniversario del lanzamiento del Torino, que se celebraba aquel año en Córdoba. Hasta allí llegó junto a otros 50 pilotos de este particular auto que se dieron cita con otros cientos en la provincia del fernet y el cuarteto.
Después, la hoja de ruta fue definida a través de los amigos que tenía disgregados por toda la Argentina. Su primer hito fue conectar los 4.350 kilómetros que separan Ushuaia de La Quiaca.
Con una memoria y un detalle digno de un cartógrafo, el hombre menciona cada uno de los lugares por los que pasó a lo largo de su travesía: "Y eso que estoy resumiendo, si los mencionara uno por uno, estaría 10 días hablando", bromea.
Su tour de visita a amigos llegó hasta Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia. A partir de allí, su recorrido fue sin un rumbo fijo, pero con una meta clara: Alaska, la región más al norte de América.
"El viaje se armó sin una ruta estructurada, yendo a los lugares donde quería ir y en base a lo que iba sintiendo sobre cómo se iban dando las cosas", sostiene.
Su plan inicial de llegar en 7 meses a la nieve del Ártico se vio trastocado a la altura de Brasil, cuando un percance en el Torino fue un obstáculo a superar. Sin embargo, esa situación le hizo ver su travesía de otra manera.
"Ahí empecé a pensar para qué iba tan apurado. No vale la pena andar rápido, no me corre nadie, me voy a dedicar a disfrutar", relata.
Con el apoyo de los talleres mecánicos de las diferentes ciudades por las que fue pasando, familias que le daban lugar para descansar, la venta de merchandising en la página de su travesía, las donaciones y la ayuda de los argentinos con los que fue encontrándose, Argiró se abrió paso por las rutas hasta llegar a Alaska.
"El sponsoreo no lo tuve con dinero, sino con apoyo. En todo el viaje usé cinco juegos de gomas y tres me los regalaron. Ahora mismo estoy en un taller de camiones en el que me dan un lugar para dormir y me ayudan para hacerle chapa y pintura al auto", explica.
Haber llegado a Alaska no fue el fin del camino para él y su Torino. De hecho, desde entonces recorrió varios puntos neurálgicos de Canadá, Estados Unidos y México, donde actualmente se encuentra.
En ese lapso, acumuló miles de anécdotas, que comparte en su cuenta de Instagram y Facebook (El Mundo en Torino). De ese listado de viviencias, no duda en resaltar cuando en 2019 tuvo la posibilidad de conocer a Diego Armando Maradona mientras el astro del fútbol mundial se encontraba dirigiendo a los Dorados de Sinaloa.
"Lo fui a buscar a la salida del entrenamiento con una pareja de viajeros. Había una reja, pero se veía desde adentro, por eso estacioné el Torino en la vereda para que lo viera. De a poco se fue juntando una multitud", cuenta, con la piel erizada por el recuerdo.
"Cuando salen los jugadores, un asistente ve el auto y me pregunta si es mío. Le digo que sí, que venía a ver a Diego, y él me responde que le iba a avisar. Cuando se estaba por subir a una camioneta para irse, el chico le cuenta y él se acerca a nosotros", relata.
"Cuando viene hasta el portón, había jugadores, gente de seguridad, un montón de gente. De repente esa multitud se abre. Yo digo que era como Moisés en el Mar Rojo, se acerca y le muestro el auto y una bandera que tengo, que me regaló un ex combatiente de Malvinas", continúa.
Argiró, obnubilado por la figura del eterno 10, apenas atinó a agradecerle por haberse acercado a saludarlo. "Él me agradeció a mí y me dijo que era muy lindo lo que estaba haciendo. Mucha gente me pregunta por qué no lo hice subir al Torino, o no se lo hice firmar. Yo tenía la mente en blanco en ese momento, no entendía nada", confiesa.
"Por suerte, los chicos que estaban conmigo se avivaron de sacar fotos, filmar, porque yo en el momento ni cuenta me di", agrega.
Tal como lo dice el nombre de su fanpage, el hombre de Los Polvorines quiere viajar por todo el mundo con su Torino. Por eso sueña con llegar a Europa y, por qué no, África y Asia. No obstante, la cercanía en tiempo y espacio de la Copa América 2024 y el Mundial 2026 lo tientan.
"Como diría Alberto Olmedo en su sketch con Javier Portales, si la vamos a hacer, la vamos a hacer bien", asegura.
Alejado de los trabajos programando frente a una computadora, reconoce que ser nómade ahora es su estilo de vida. "Ya me acostumbré a vivir con poco. Lo único que tengo es el auto y lo que tengo adentro de él", reconoce.
"Yo ya cumplí los sueños de mi infancia, que eran recorrer la ruta 40 en moto y viajar en un Torino hasta Alaska. Entonces, todo lo demás es un regalo", cierra.
Fotos: El Mundo en Torino
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