Pertenencia a una familia de clase media del Conurbano norte. Se lo acusa de matar a más de una docena de personas

Carlos Eduardo Robledo Puch, quizás el asesino serial más mítico de la Argentina, cumplió 50 años preso y sus abogados solicitaron ante la Sala I de la Cámara de Apelaciones de San Isidro su libertad condicional o detención domiciliaria.

“El Ángel de la Muerte” era hijo de una familia acomodada de Vicente López y se lo acusa de haber matado, por la espalda o mientras dormían, a al menos 11 personas. Su último crimen fue el 3 de febrero de 1972 y horas más tarde quedó detenido.

Robledo Puch estudiaba piano y alemán, iba a un colegio industrial y le gustaban las máquinas y los sopletes. Sus andanzas en el mundo delictivo comenzaron con apenas 15 años, cuando le robaba útiles escolares a sus compañeros de secundaria. En 1976 lo descubrieron robando dinero de la secretaría de la escuela y echaron de la institución.

Los comienzos

Los padres de Carlos lo anotaron en el Instituto Cervantes de Vicente López y ahí conoció a su primer cómplice: Jorge Ibañez, con quien formaron una sociedad entre pistolas y robos llenos de adrenalina.

En septiembre de 1970 ingresaron por la noche a una joyería, a las dos semanas robaron un taller de motos y así conoció por primera vez una comisaría. Quedó detenido y liberado al poco tiempo, porque prometió ir a buscar los papeles de la moto robada en la que fue interceptado.

Días después conoció a Héctor Somoza y lo sumó a los robos que cometía con su cómplice. Por esos días comenzaron los asesinatos. En marzo de 1971 entraron a Enamour, un boliche de La Lucila y, mientras robaban plata, Ibañez le mostró a Robledo Puch a dos personas que dormían en camas contiguas: eran el gerente y el barman. Sin temblarle el pulso, el ángel les apuntó y disparó a la cabeza.

Asesinatos a sangre fría

Dos meses después, la banda criminal ingresó a una casa de autos. El encargado del lugar y su esposa se despertaron por los ruidos, pero antes de que pudieran pestañear, Robledo Puch les disparó a sangre fría. El hombre murió en el acto, la mujer quedó herida y fue violada por Ibáñez. Sobrevivió y pudo declarar ante la policía.

Pocos días después de aquel escalofriante suceso, Robledo Puch e Ibañez entraron a un supermercado de Olivos. El sereno dormía y el ángel de rulos rubios le disparó dos veces. Sus siguientes asesinatos fueron femicidios: le dió cinco balazos a una prostituta de 16 años que levantó junto a Ibañez en Olivos. Meses más tarde llegó el turno de Ana María Dinardo, una joven de 22 años que ambos encañonaron y obligaron a subir al auto. El primero le disparó a quemarropa.

Ya en 1971, Robledo Puch chocó de frente la camioneta de su padre contra un taxi para ocasionar la muerte de su cómplice. Allí entró en escena Somozo, quien se convirtió en el nuevo cómplice del asesino serial. Siguieron los robos y los asesinatos por la zona norte del Conurbano, hasta que también mató a su segundo socio.

Juicio y prisión

Robledo Puch se sentó en el banquillo de los acusados recién en 1980, cuando ya tenía 28 años. El proceso del juicio duró más de cuatro meses y contó con 92 testigos. Entre ellos estuvo Dora de Bianchi, única víctima sobreviviente.

Las pericias psiquiátricas, a cargo del doctor Osvaldo Raffo, determinaron que el Ángel de la muerte era un psicópata, capaz de volver a matar si salía en libertad.

Robledo Puch permanece en el penal de Sierra Chica. Aída, su madre, sobrevivió a dos intentos de suicidio y terminó internada en un neuropsiquiátrico, donde murió en 1993. Víctor Robledo Puch falleció en diciembre de 2005.

En sus cinco décadas en prisión, el asesino serial tuvo un comportamiento aceptado y no tuvo conflictos con otros internos.