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Dr. Nicolas Gonzalez
MN 126909
IG: @drnigonza

La enfermedad arterial periférica, comúnmente conocida como EAP, es una afección médica que no recibe la atención que merece. Esta condición, que afecta a millones de personas en todo el mundo, puede pasar inadvertida debido a sus síntomas sutiles, pero sus consecuencias pueden ser graves.

¿Qué es la EAP? Para entenderla, necesitamos hablar un poco sobre cómo funcionan nuestras arterias. Estas son las autopistas del cuerpo, que transportan sangre rica en oxígeno y nutrientes a cada rincón de nuestro organismo. En la EAP, estas autopistas se obstruyen, específicamente las que suministran sangre a las piernas y los pies. Al igual que un embotellamiento en una autopista, la obstrucción puede causar problemas.

La causa más común de la EAP es la aterosclerosis, una acumulación de placas de grasa, colesterol y otras sustancias en las paredes arteriales. Esto hace que las arterias se endurezcan y se estrechen, lo que disminuye el flujo de sangre.

Los factores de riesgo más comunes para la EAP son la edad avanzada (más de 60 años), el tabaquismo y la diabetes. Otros factores de riesgo en menor medida pueden ser la hipertensión, el colesterol alto, la obesidad, y los antecedentes familiares de enfermedad cardíaca o vascular. También, aquellos con un estilo de vida sedentario o con estrés crónico pueden ser más propensos a desarrollarla.

El tabaquismo es un factor de riesgo particularmente importante. Los fumadores pueden tener de dos a seis veces más probabilidades de desarrollar EAP que los no fumadores. La diabetes también es un factor de riesgo crítico, ya que la alta concentración de glucosa en sangre puede dañar las arterias y aumentar la probabilidad de formación de placas de ateroma.

El principal problema de la EAP es que a menudo es "silenciosa". Muchas personas con EAP no experimentan síntomas hasta que la enfermedad está avanzada. Cuando se presentan, los síntomas más comunes incluyen dolor o molestias en los músculos de las piernas al caminar, principalmente en los gemelos, que desaparecen con el descanso. Por esto, la denominación de “miradores de vidrieras” para hacer referencia a las personas que presentan esta sintomatología.

Otros síntomas pueden incluir debilidad o adormecimiento en las piernas, cambios en el color o la temperatura de la piel, y úlceras o heridas que no cicatrizan. La detección temprana de la EAP es crucial para prevenir problemas más serios, como el infarto de miocardio o el accidente cerebrovascular. Los médicos utilizan diversas pruebas para diagnosticar la EAP.

El índice tobillo-brazo (ITB) es el examen más comúnmente utilizado. En este examen, el médico compara la presión arterial en el tobillo con la presión arterial en el brazo. Un ITB bajo puede ser un signo de EAP.

El ultrasonido Doppler es una prueba no invasiva que utiliza ondas sonoras para evaluar el
flujo sanguíneo en las arterias. Esta prueba puede ayudar a localizar cualquier bloqueo o estrechamiento en las arterias.

La angiografía, que utiliza rayos X y un contraste especial para visualizar el flujo sanguíneo, es otra prueba de diagnóstico. Finalmente, también se puede realizar una resonancia magnética o una tomografía computarizada para obtener imágenes detalladas de las arterias.

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Si bien la EAP puede ser grave, la buena noticia es que existen diversas opciones de tratamiento disponibles. Estas pueden dividirse en dos categorías principales: cambios en el estilo de vida y procedimientos médicos.

Para muchas personas con EAP, los cambios en el estilo de vida son la primera línea de defensa. Estos cambios pueden incluir dejar de fumar, realizar ejercicio regularmente, llevar una dieta saludable y controlar otras afecciones médicas, como la diabetes, la hipertensión y el colesterol alto.

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En casos más graves de EAP, puede ser necesaria una intervención médica. Esta puede incluir medicamentos para prevenir la formación de coágulos de sangre, reducir los síntomas, y controlar el colesterol y la presión arterial.

Además, existen procedimientos quirúrgicos como la angioplastia, en la que se utiliza un pequeño globo para ensanchar la arteria bloqueada, y la cirugía de bypass, que redirige el flujo sanguíneo alrededor de la arteria obstruida.

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En casos extremos, cuando los otros métodos de tratamiento han fracasado y la EAP amenaza la vida de la persona, puede ser necesaria la amputación de la extremidad afectada.

Es crucial destacar la importancia de la detección temprana. La EAP no solo causa dolor y dificultades para caminar, sino que también es un signo de aterosclerosis en todo el cuerpo, lo que aumenta el riesgo de ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares. Por eso, es vital estar atentos a los síntomas y hablar con el médico si se presenta alguna preocupación.

En resumen, la EAP es una enfermedad grave pero tratable. Con la atención médica adecuada y los cambios de estilo de vida, las personas con EAP pueden vivir una vida plena y activa. Como siempre, la prevención es la mejor cura, así que cuida de tus arterias como cuidas del resto de tu cuerpo.