07/03/2022

Policiales

A 40 años del primer macabro asesinato del clan Puccio


Ricardo Manoukian fue la primer víctima de la familia de San Isidro que se dedicaba a secuestrar a personas adineradas, para extorsionar a sus allegados pidiéndoles dinero. Algunos rehenes fueron asesinados, como el caso de Ricardo, tras el pacto de sangre realizado entre Arquímedes y sus secuaces.





En el mes de julio de 1982 comenzó el acto delictivo de la familia Puccio, de San Isidro, que secuestraba a sus víctimas, las mantenía cautivas en su casa del siglo XIX y luego las asesinaba porque eran “amigos y conocidos”.





El 22 de aquel mes, Ricardo Manoukian, 24 años, se convirtió en la primera víctima -probada por la justicia- del macabro acto delictivo del clan Puccio. Ricardo era hijo del dueño de los supermercados Tanti de zona norte.





Arquímedes Puccio, el cerebro detrás de los secuestros, lo eligió a Manoukian cómo primera presa, durante una reunión en el departamento de su madre, con los miembros de su banda: el coronel Rodolfo Victorino FrancoGuillermo Fernández Laborda, ex administrador del Ramos Mejía, y Roberto Oscar Díaz, mecánico de la concesionaria Alberto J. Armando.





La idea de comenzar con los secuestros rondaba en la cabeza de Arquímedes desde hace un tiempo largo. El país estaba acabado económicamente, producto de la política neoliberal implementada durante el gobierno de la Dictadura Militar más sangrienta vivida por los argentinos, comandada por Jorge Rafael Videla.





Según trascendió, Arquímedes le susurró a los miembros de su banda: "Las cosas no andan bien, pero yo tengo una salida la Argentina es un kilombo y tengo banca". Con este relato, Arquímedes convenció a sus secuaces para comenzar con los secuestros.





Ricardo Manoukian




Su plan, básicamente, consistió en secuestrar a personas conocidas por alguno de ellos, a quienes mantendrían cautivas en la casa de Arquímedes Puccio, ubicada en Martín y Omar 544, pleno centro de San Isidro, y por quienes pedirían millonarios rescates en dólares.





Cuando todos los implicados confirmaron su participación en los secuestros, Arquímedes los obligó a un pacto de sangre. Puccio se cortó la palma de su mano con una navaja, e hizo que todos sus socios hicieran lo mismo. Así, todos unieron herida con herida, sangre con sangre y comenzaron a planificar a quienes arrestarían y cómo lo harían.





Secuestro y asesinato de Ricardo Manoukian





Ricardo Manoukian era conocido de Alejandro Puccio, conocido como "Alex". Ambos eran compañeros de rugby y practicaban windsurf juntos. El hijo mayor de Arquímedes ya había visitado en varias oportunidades la casa de la víctima.





Transcurrían las 12 del mediodía del día jueves 22 de julio, de 1982, cuando Ricardo Manoukian salió con su BMW de su oficina de San Isidro, ubicada en Avenida Fleming y Cuyo, para ir a almorzar junto con sus padres. Pero nunca llegó.





En el medio del trayecto, su amigo Alejandro Puccio le hizo seña para que Manoukian frenara el vehículo. Allí mismo, Alex le pidió si podía llevarlo a un supuesto bar que quedaba a unas cuadras y Ricardo accedió. Al llegar al lugar, la victima vio a Arquímedes, Franco y Fernández Laborda y se dio cuenta que todo era una trampa.





Guillermo Fernández Laborda




La banda de secuestradores sacaron a Ricardo del BMW y lo metieron en un Ford Falcon gris, donde le taparon la cabeza con un saco. El destino era la casa de Arquímedes Puccio, en Martín y Omar al 544. Así fue como metieron a Manoukian dentro de la oficina de Puccio, lugar preparado para mantener con vida a los rehenes.





"A Manoukian lo habían colocado en el primer piso, en el baño de la oficina de Arquímedes. Estaba con las manos atadas con una soga y sentado dentro de la bañera, con la cortina del baño cerrada. Las paredes del baño estaban todas forradas con papel de diario. El muchacho estaba muy atemorizado", narró Fernández Laborda, partícipe del secuestro, cinco años después en Tribunales.





Según trascendió, el siguiente paso fue comunicarse con la familia de Manoukian. Es por esto que Puccio los llamó desde un teléfono público, donde dijo: "Tenemos a su hijo, está en perfectas condiciones. No llamen a la policía. Les daremos una prueba de vida dentro de un paquete de cigarrillos, en un bar en el centro de San Isidro. Esperen una próxima llamada".





La prueba de que Ricardo se encontraba con vida era una carta escrita por él mismo, pero con directivas del clan Puccio. En ella, relató que sus agresores lo trataban bien, que le daban de comer y les rogó que no hicieran la denuncia policial: "Todo va a salir bien, sigan las instrucciones".





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Arquímedes pidió 500 mil dólares por la vida del joven. Puccio organizó las postas y les avisó que dentro de latitas de gaseosas encontrarían las instrucciones que debían seguir. Fue el tío de Ricardo el que llevó el dinero dentro de un portafolio gris.





Tras la entrega del dinero, Puccio se comunicó con la familia, de nuevo, y les afirmó que les entregarían al muchacho de 24 años, a unas 15 cuadras de donde vivían. Pero en su cabeza tenía pensado otro destino para Ricardo y era el de matarlo.





Bañera en donde lo tenían apresado a Manoukian




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Fernández Laborda confesó el trágico final de Ricardo, ante el juez: "Bajamos a Manoukian desde la planta alta: estaba maniatado y encapuchado. Lo metimos en la parte de atrás del auto de Puccio. Agarramos Panamericana para el lado de Escobar. Fuimos para el lado del río Paraná. Desviamos por un camino de tierra, pasamos dos puentes y paramos. Allí Puccio me dio el revólver calibre 38. Me dijo: "Tomá, tenés que limpiarlo. Pensá en tu familia". Ellos tres se bajaron del auto. Me quedé en el coche con Manoukian. Disparé tres veces sin apuntar, al bulto. Puccio me palmeaba la espalda y me decía: "Cumpliste con tu deber"". La banda de secuestradores arrojaron el cuerpo cerca de un arrollo y se fueron.





La familia Manoukian





Los familiares de Ricardo esperaron la comunicación de Puccio, pero nunca llegó. Es por eso que 2 de agosto decidieron realizar la denuncia en la policía. Luego de un día entero de espera, un oficial les comunicó la peor noticia: un ciruja había encontrado el cuerpo de un joven, atado de pies y manos, en un descampado en Benavídez. Ricardo tenía tres tiros en la nuca.


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