Muchas personas necesitan trasladarse a la ciudad por cuestiones laborales, entre otras. La frecuencia y el costo del pasaje, las principales quejas.

Son muchas las personas que deciden vivir en parajes o en pueblos pequeños, ya sea por tradición familiar, por buscar un lugar más tranquilo y seguro, o simplemente por tener más contacto con la naturaleza. No obstante, una complicación que tienen muchas personas que viven en estos lugares es el medio de transporte. Muchos no poseen vehículo propio y tienen que trasladarse varios kilómetros, en particular por trabajo o estudio.

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"Yo trabajo en Mar del Plata y estoy obligada a tomar el primer micro porque entro temprano. Si tuviera que decir qué es lo que más me complica es la frecuencia, porque pasa uno cada hora y aparte el costo. En los últimos meses subió un montón el boleto y lo vengo sintiendo en el sueldo", explica Daiana, empleada administrativa que vive en el Paraje El Boquerón, sobre la ruta 88, y depende del transporte interurbano para moverse. "Me ha pasado de que venga el colectivo lleno y te deje. Es angustiante porque perdés presentismo y tenés que compensar esas horas", agrega.

La falta de micros no sólo afecta a los trabajadores. También lo padecen los jubilados que deben trasladarse a las grandes ciudades para atenderse. "Yo tengo enfermedades crónicas y prácticamente me hago ver cada dos semanas. Si es un día muy frío o no me siento bien tomo el taxi rural, y si no me muevo en el colectivo, aunque es un desastre viajar. Pasa uno cada hora y pico y vienen repletos", explica Ramón, quien vive en las afueras de Batán sobre la ruta 88. "No es caro el boleto, pero considero que hace falta más cantidad de colectivos. A veces tenés una urgencia y te obliga a moverte a la ciudad", detalla.

A diferencia de las grandes urbes del país, en las localidades bonaerenses hay muy pocos ramales (dentro de ellos muy pocos están activos) y líneas de ómnibus interurbanas. "Es un problema, cuando vivía en Buenos Aires tenía varias opciones de traslado, ahora necesito calcular las frecuencias. Me pasa de sentir que es como que no registran a los pueblos, como si hubiésemos dejado de existir", expresa Ramón. Algo similar piensa Daiana: "El pueblo está creciendo mucho, por suerte tenemos cada vez más cosas. Pero la realidad es que necesitamos estar conectados con las ciudades y el transporte dificulta mucho las cosas".

A pesar de las viscicitudes que implica viajar y moverse del lugar donde viven, los entrevistados confiesan que "no cambio por nada la tranquilidad. Me encanta estar en el patio y tener la puerta abierta hasta la noche", dice Ramón. Mientras que Daiana sostiene que "lo mejor es vivir tranquila, sin todo el ruido de los autos o los edificios. Es conectarse un poco con lo simple y la naturaleza". Eso sí, las distancias entre los pueblos y las ciudades bonaerenses aún no cuentan con una buena red de transporte.